Salvador
Gil

"Botas
Peludas"
Quizás
pocos sepan que se llamaba Salvador Gil.
Pero pocos deben ignorar de quien se trata,
cuando se nombra a "Botas Peludas".
Su vida está rodeada da un halo casi misterioso.
Su personalidad, sumado a la facilidad
con que la fantasía popular alimenta,
transforma o deforma las cosas, han contribuido
a esta circunstancia.
El testimonio de personas que conocieron
a Gil y tuvieron trato directo con
él, nos ha de permitir recrear aspectos
de la vida de este hombre, que merece
sin duda ser incluido en asta suerte de
"galería" de personajes toayenses.
En sus años mozos, supo arrear tropas
desde la Patagonia. Tal vez de tanto soportar
esas soledades y los rigores del clima
de esa zona, se fue formando su carácter
silencioso y poco comunicativo.
Indudablemente fue "hombre de a caballo"
hasta su muerte.Se ganó el "mote"
con que fuera conocido, por su hábito
de usar botas de potro, pero "con
el pelo del lado de afuera". Utilizaba
para ello, el cuero equino de la parte
"de las manos" . Por tal razón
-la de usar "el pelo del lado de
afuera "-, fue "Botas Peludas"
como comenzó a ser llamado por un patrón
que tuvo por los pagos de Catriló.
Resabio tal vez de los fríos patagónicos,
andaba siempre arropado, aún en pleno
verano. "Lo que ataja el frío, también
te ataja el calor", respondía cuando
era preguntado porqué el saco y porqué
el poncho sobre los hombros en el estío.
No fumaba. Pero "chicaba" tabaco
permanentemente. Tampoco era hombre de
andar en los boliches "chupando".
Bebía con sobriedad, y era común que fuera
visto de noche, siempre montando en su
caballo.De mediana estatura, tenía le
piel curtida por los vientos, solos y
heladas, tornándola de un cobrizo subido.
Su cabello -abundante-, era de color renegrido.Su
vestimenta se componía de bombachas, que
ajustaba con tiras a la altura de las
rodillas; pañuelo al cuello, sombrero
negro sobre su cabeza; faja y rastra.
A su "vicio" de "chicar"
(es decir, masticar tabaco), sumaba el
de beber mate amargo en todos los momentos
que tuviera oportunidad.Debe haber "hecho
unos pesos" en sus trabajos de resero,
que permitieron que adquiriera un campo
en la zona de Colonia Roca, a pocas leguas
de Toay. Instalado allí, venía cada uno
o dos meses al pueblo, a visitar a su
familia, en la casa que poseía sobre calle
Mitre, a media cuadra de la hoy Avda.
Regimiento 13 de Caballería.
Realizaba el viaje a caballo, con otro
de tiro, el cual servía de carga al regreso,
transportando las mercaderías adquiridas
en el poblado. En Toay, su visita obligada
era a don Mariano Diez, del cual resultaba
"compadre", y a quien dispensaba
la mas absoluta confianza. Allí sí aparecía
conversador. Teniendo mujer e hijos, no
estaba casado. Fue entonces que, llevado
del consejo de su compadre Diez, accedió
a legalizar su situación. Don Mariano
recurrió a un cuñado suyo, al azar Juez
de Paz en Toay, y en la cocina de su casa
se libró la ceremonia.
La rastra de Gil era de las denominadas
"de tiradores", pues en su parte
interior contaba con un trozo de cuero
que, doblado, hacía las veces de billetera.
Allí guardaba sus documentos y dinero.
Usaba cuchillo a la cintura, y parece
que en el recado de su cabalgadura, portaba
siempre un arma de fuego, presumiblemente
un revolver.
Muy criollo, jinete y enlazador, en el
campo poseía una vivienda bastante precaria.
En este lugar, generalmente estaba solo
o acompañado por alguno de sus hijos varones.Explotaba
el monte, vigilando con atención el trabajo
de hacheros y la carga de leña por parte
de los contratistas. Solía aparecerse
imprevistamente, de a caballo, entre los
caldenes, con mirada atenta a todos los
movimientos del personal que trabajaba,
y en muy contadas oportunidades desmontaba.
Comunmente, conversaba desde la montura.No
comerciaba hacienda en escala. Solía decir
que si vendía las vacas y las ovejas "¿...para
qué quiero el campo...?".
Era difícil intimar con él. Pero cuando
dispensaba confianza a alguien, resultaba
conversador y gastaba algunas bromas.
Si debía realizar algunas tareas con la
hacienda (marcar, señalar, bañar o vacunar,
por ejemplo), recurría a la ayuda de algún
vecino con el cual mantuviera cierta relación.
Se desconoce que jamás haya tenido problemas
con vecinos ni con hacheros o contratistas,
siendo "muy derecho" en sus
actividades y tratos comerciales.
Aunque nunca habló del tema, ni tampoco
se sabe cual pudo haber sido la causa,
en algún momento de su vida, habría estado
encarcelado un tiempo. Ello se desprende
de comentarios que hiciera su esposa,
que decía que don Salvador había estado
en la estancia "La Blanqueada",
denominación que por las primeras décadas
del siglo, se utilizaba para mencionar
a la cárcel. Le todas maneras, y aún cuando
resultara verdad el comentario, "Botas
Peludas" aparece como hombre de pocas
pero buenas palabras; curtido; muy criollo;
sin vicios que degradan y muy leal a sus
escasos amigos. De arriero a propietario
de un establecimiento rural, no olvidó
su condición y formación, viviendo sacrificadamente,
aún cuando en sus últimos años, su situación
económica hubiera permitido que se diese
ciertos lujos o comodidades, los que indudablemente
despreció.
En cuanto a sus hijos, una de sus descendientes
al menos siguió estudios secundarios,
obteniendo su título de maestra.
Tras la muerte de Gil, se vendieron sus
propiedades y hacienda. Entre las reses
-en su mayoría-, se encontraban vacunos
viejos, que superaban los diez años de
vida. Tal vez en esta circunstancia, se
encuentre la explicación y la coherencia
con que vivió, y que se sintetiza en sus
propios dichosa ". .Si vendo las
vacas "¿...para qué quiero el campo...?".
SEMBLANZA
TRAZADA DE LOS TESTIMONIOS BRINDADOS
POR Domingo O CARRICABURU y Mariano
A. DIEZ (hijo).por
Raúl "Buby" García Córdoba
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