Toay





Amarillos y ocres...nostalgia del invierno que se marcha.
Siluetas que se acercan, siluetas tan familiares: siluetas de caldenes, de corteza fuerte de imponente estructura.
Caldenes, que se tiñen de verde...de un verde ingenuo, nostálgico.
Una tranquera abierta que convoca, que invita a sumergirse en esta tierra agreste, virgen. Tranquera que te sumerge en un sentimiento nativo.
Y detrás, el cielo.
Tan celeste.
Tan celestial, que impregna de calma, que se destiñe por momentos en blancos destellos.

Ese paisaje...que forma parte de mi. Entrañable, cuando, rara vez al fin, uno lo deja.
¡Ese paisaje!...que enmarca mi pueblo: Toay.
Un pueblo que se va delineando de una manera muy particular.
Con una avenida ancha, pues fue pensado, en su origen, para ser capital.
La plaza...y en frente la iglesia, la municipalidad, el juzgado, la escuela centenaria y casas que todavía conservan su identidad.
Hablar de Toay, es oír aún los ecos de los nativos pronunciándolo.
"Toay", y llegan imágenes de un manantial, de un "claro en el monte".
Toay...había que dar la vuelta, rodear aquella geografía agreste para llegar a él.
Hablar de Toay es nombrar a bravíos caciques, luego hablar de fortines, de refugio.
Toay; lugar de médanos errantes, protagonistas y autores de un paisaje que ellos manejaban a su antojo.
Escenografía francamente singular.Y fue este el escenario elegido por tantos para afincarse, y hacerlo propio.
Un escenario cuyo telón principal se levantó cuando los rieles fueron abriendo esa tierra inóspita, "insólita", y tantos se animaron a sumergirse en ella luego de ver tanto mar.
Y a aquel inmigrante de lejanas tierras se le llenaron los ojos de llanura, de cielo amplio, de amaneceres y atardeceres plenos.
Y Toay, fue tomando forma.
Otro pueblo iba surgiendo en este territorio que fue del nativo.
Fueron otra manos las que lo moldearon, y también lo amaron.
Juan Guillermo Brown, quién vino de lejos, le dió fecha y acta precisa a su fundación: 9 de Julio de 1894. Coincidiendo con la fecha de la Independencia Nacional, Toay era ya, "formalmente", un pueblo.
Era necesario organizarse, proyectar, tender hilos al futuro. Y fue creciendo este pueblo...
Y se siguieron moviendo los médanos, el cielo siempre pudo verse inmenso, las bandas de música surcando las calles o cardos sin rumbo en la niebla de arena.
Un pueblo donde cada esquina era familiar y se sabía donde vivía cada uno. Un pueblo con dos estaciones de trenes y una volanta pronta para servir al caminante viajero.
Toay atesora mil historias, "personajes de novela", increíbles situaciones,
  que no se pierden
que aún viven
que no debemos dejarlas palidecer...
o extinguirse...


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