Olga
Orozco
(1920-1999)
Fue
Toay su "lugar primero".
Fue aquí donde sus alas comenzaron a desplegarse
y a llevarla más allá, a países de misterio,
donde sus ojos veían lo que otros no advertían.
Un día se marchó. Pero aquella, su casa de
la infancia, fue su ancla. Y de lejos, podía
ver estos horizontes.
Y fue la soledad de la llanura -esa mística
soledad de la llanura- su eterna compañera.
Quién la escuchó, no puede olvidar la magia
honda de su voz hecha versos.
Quién leyó sus libros quedó para siempre cautivado,
embriagado del sutil encanto que solo puede
provocar aquel que escribe con el alma. |

Foto: Ernesto
Monteavaro |
r.m. |