Comunidad Ranquel Toay


Pincén
El indio indómito



EN LOS AÑOS QUE PRECEDEN A LA C0NQUISTA DEL DESIERTO QUE LA FIGURA DE PINCÉN COBRA SU MAYOR RELEVANCIA. "EL MALDITO INDIO PINCÉN". LO LLAMABA MARTÍN DE GAINZA. "EL MÁS ATREVIDO DE LOS MONTONEROS", LO LLAMÓ DESPUÉS ALSINA.

Pincén, el indio indómito y perverso azote del Oeste y Norte de la Provincia, jamás se someterá a no ser que por un golpe de fortuna nuestras fuerzas se apoderen de su chusma (sus familias). Si esto último no sucede, Pincén se conservará rebelde, aun dado el sometimiento de todas las otras tribus hostiles."

Tal era el pensamiento del ministro Alsina sobre el cacique.
Pincén estaba situado entre el país de los ranqueles y el de Calfucurá.

Sus campos ocupaban una franja desde la zona de Toay y Potrillo Oscuro por el sur hasta Malal -un paraje al suroeste de Winifreda hoy conocido como Bajo Pincén- por el norte. Hacia el este, sus dominios se estiraban casi hasta Trenque Lauquen, donde estaba la frontera.
Pincén -firmaba Vicente Catrinao Pincén- figuró primero entre los ranqueles y luego fue capitanejo de Calfucurá, desde la época en que aquél formé la primera gran confederación india para hacer la campaña de Sierra Chica en 1855. Pero después se separó y se mantuvo independiente, aunque de alguna manera siempre actuó como aliado del gran Piedra Azul (fue de los principales jefes en el combate de San Carlos) y luego también de Namuncurá (tomó parte con los suyos del malón grande de 1875/76). Además, el tratado de paz que Pincén hizo con el gobierno en 1 873 -y que pronto fue sólo letra muerta- había sido redactado por Bernardo Namuncura. Un relato de sus hazañas cuenta lo siguiente:

"Pincén y cien de los suyos, regresando de un malón con 4.000 potros arrebatados a las es- tandas fronterizas, dieron contra un cuerpo de lín cas que los aguardaba, pie en tierra, cerrándoles con las bocas de sus rémingtons el paso entre cañadon- es. Los indios, sintiéndose perdidos, se volvieron a su cacique, y éste, apreciando la situación con un golpe de vista de buitre, improvisó con sus hombres una manga y lanzando por entre ella a los 4.000 potros espantados contra la fuerza, pasó tras ellos sobre los soldados pisoteados y dispersados, ganando así el desierto."

Casi se puede decir que en los últimos años, su lucha se transformó en un mano a mano con el famoso coronel Villegas, el Toro Villegas, el jefe del Regimiento 30 de Fierro, acampado en Trenque Lauquen.
Fue el cacique Nahuel Payún, que vivía en Toay y que era el principal subordinado de Pincén, su mano derecha, quien en 1877 llevó a cabo el famoso robo de la caballada blanca del Toro Villegas. Los seiscientos caballos blancos habían sido reunidos tres años antes en Junín, y eran el desvelo de Villegas y de todo el regimiento.
Pero una noche los indios entran sigilosamente en los corrales, les echan las madrinas por delante, y se llevan hasta el último blanco. Villegas los hace perseguir luego y consigue recuperar los caballos en Lonquimay, pero la vergüenza ya la había sufrido.
Hay un libro muy importante que describe todos estos hechos de Pincén antes de la Conquista del Desierto: La guerra al malón, del comandante Manuel Prado. Prado tiene una visión humanitaria y bien desde adentro de las cosas, puesto que él, con apenas 14 años, empieza en 1877 a servir en la frontera, y es testigo incluso del prendimiento de Pincén en 1878.
Contaba hace algunos años atrás don Pepe Cayún, descendiente del cacique:

"El cacique Pincén era peleador de tigres, intrépido cazador de tigres cebados, los que todos temían, porque gustaban carne humana... Una vez, cansado y extraviado, de regreso de una acción, en medio de las voces de la noche, oyó un rugido cercano y extraño. Pensó de inmediato que fuese un tigre cebado que merodeaba por allí. Exactamente. No se equivocó. Echó, pues, pie a tierra, se quitó las espuelas, se preparó al ataque dando alaridos y voces para provocar al 'uezá nahuel' (el tigre malo). Apenas distinguía el bulto; se trabó en lucha... pero Pincén, diestrísimo en esa clase de encuentros, y que eliminaba en el primer o segundo lanzazo a su enemigo, esa noche no tuvo la suerte de matarlo. Lo hirió.
El tigre, aunque embravecido, retrocedió y se dio a la fuga. Pero Pincén, insistiendo en la lucha, lo corre en la penumbra, lo corre hasta que lo abandona y lo deja... Cuando emprendió su camino pa' su toldería, confiándose al trote de su zaino, de vez en cuando veía como una especie de visión: el tigre que lo seguía, volviendo desafiante. Y siempre que empuñaba la lanza, se le esfumaba, desaparecía... (Aquí se emocionó don Pepe Cayún). Esa pesadilla lo acompañó al cacique hasta la madrugada, hasta que llego a su toldería..."
¿Qué habrá significado ese tigre fantasmal, ese enemigo cuya sombra volvía a buscarlo una y otra vez? .Luego veremos que nuestro paisano, caerá prisionero, derribado y humillado.
Diario "La Arena" SUPLEMENTO 1+1 "Indígenas" - miécoles 31 de octubre - Año 2001 - Pag7


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