El
Tigre del Quequén
Pacheco
"El Malo"
Al
parecer recuperó su libertad el año 1880, en premio
a su buena conducta y en atención a un problema
de salud. No hay elementos, aunque hemos andado
tras ellos, para seguir los pasos de Pacheco inmediatos
a su salida de la cárcel. Solamente encontramos
una ligera mención dada por Manuel Montes de Oca
en su tesis "Derecho criminal". "Represión" (Buenos
Aires-1881) "...la enmienda del delincuente convicto
constituye la aspiración de toda la sociedad y
el sistema (carcelario) pero, desgraciadamente,
no abundan los "Tigres del Quequén..." y explicaba
seguidamente que ya fuera de la penitenciaria,
éste, se dejó casi azotar por un muchacho en San
José de Flores, sin una señal de ataque..." por
temor de tener nuevos problemas con la justicia.
Lo cierto es que, tiempo más tarde y escapándole
a su fama de "hombre malo", el "Tigre" llegó a
La Pampa. Se establece en los campos de Quehué
en 1887. Allí peonaba en distintos puestos, cuidando
su pequeño
capital en haciendas y caballos. Era muy requerido
para amansar caballos, oficio que entre otras
cosas, le había dado renombre en los pagos bonaerenses
de sus años mozos.
Luego tomó una plaza como postillón en la mensajería
de Valleé, que por aquellos años hacía su servicio
entre Trenque Lauquen y General Acha. Posteriormente,
abandona esta ocupación y levanta su rancho en
un abra del monte circundante al paraje Toay.
Allí existía un boliche llamado "el fortín Llorens",
ubicado a pocos metros de la famosa fuente que
diera nombre desde muy antiguo a toda la zona
y, posteriormente al pueblo.
Aunque entre los moradores del punto era conocido
como Pacheco "el malo", se le había dado este
título más como respetuoso reconocimiento a sus
pasadas andanzas que por pendencias en el lugar.
Los testimonios son coincidentes en que nunca,
desde que vivió en Toay, tuvo un altercado con
nadie. Siempre se reveló como un hombre trabajador,
pacífico y de hábitos familiares. Pues una joven
mujer que lo acompañaba como esposa, Anacleta
Viera, le había dado 6 hijos pampeanos, poderosas
razones para no replicar violentamente a indirectas
intencionadas que algunas veces le dirigían imprudentes
o camorreros.
La especialidad de Felipe Pacheco eran los trenzados
de sogas, riendas; lazos; bozales, muy condicionados
entre el criollaje, en quienes hallaba pronta
clientela. Si bien vivía humildemente, como buen
gaucho presumido gustaba mostrar su lujos. Era
común que cayera a cuanta reunión campera hubiera,
montando su "crédito", un soberbio zaino rabicano
emprendando ricamente en plata, causando la admiración
y codicia de todos. En tales ocasiones era, invariablemente,
centro de la reunión.
En fluida charla, gustaba relatar sus pasadas
andanzas. Adoptando su más estudiada pose de compadre
neto afirmaba no haber sido asesino, y al rosario
interminable de muertes que se le imputaban lo
reducía a una pocas, y a éstas haberlas hecho
en "güena lay".
Cuando Juan Brown funda el pueblo, observando
su comportamiento ejemplar y el predicamento adquirido
entre el gauchaje de los puestos circundantes,
lo hace su hombre de confianza y habitualmente
lo ocupaba en diversas tareas camperas. Lo protegió
durante años y le permitió vivir en su campo.
Su aún fuerte contextura física, pese a ser un
hombre de 77 años, se vio atacada por un incurable
mal. Felipe Pascual Pacheco, muere el 30 de noviembre
de 1898 en su rancho de Toay.
Fuente:
Diario "La Arena" - suplemento centenario
de Toay- Autor Walter Cazenave - 9 de julio -
1994
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