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El Ferrocarril


La Pampa de entonces


Ciertamente que el entonces Territorio de La Pampa Central se ofrecía a los inversores ferroviarios con muchas posibilidades. El sentimiento de la provincialización ganaba adeptos, máxime cuando alrededor de 1907 llenaba con holgura las condiciones de número de habitantes y demás requisitos que eran establecidos para ser provincia. En realidad hasta 1880 nuestro territorio no registraba más presencia de blancos que la esporádica de algún viajero, los desertores que vivían en los toldos o las expediciones buscadoras de sal. Hasta entonces no hubo una penetración regular; en ese año culminó la expedición al desierto, campaña que dio al Gobierno más de 50.000 leguas cuadradas, muchas de las cuales fueron entregadas a la colonización inmediata. En 1884 el territorio es declarado gobernación nacional y hacia fines del siglo tiene una población de 26 mil almas. En los seis años subsiguientes esa cifra crece hasta 61mil y el incremento es cada vez mayor.

En 1907 la revista porteña Caras y Caretas destaca a un curioso corresponsal viajero, quien remite una serie de notas con el evidente propósito de afianzar el movimiento de provincialización. Las cifras que obtiene y da a conocer son elocuentes: por entonces hay 600 mil vacunos y ocho millones de ovejas, mientras que el número de hectáreas sembradas supera las 400 mil. La renta del territorio es mayor que la de Salta, Mendoza, San Juan, Santiago del Estero, Catamarca, La Rioja y Jujuy. El gobernador, Diego González, señala como ejemplos de florecimiento algunos de los nacientes pueblos. Realicó, que a los cinco meses de fundado tiene mas de cien casas y General Pico, que a dos años de su loteo y fundación andaba por los mil doscientos habitantes, repartido en más de trescientas casas.

Los dos casos son perfectamente lógicos: en ambos lugares se dan cruces de ramales del Ferrocarril Oeste y de la línea de Bahía Blanca al Pacífico.

Es evidente entonces que el grupo de nacientes pueblos pampeanos de la primera década del siglo se vio signado por una realidad, un aliciente, una necesidad: el ferrocarril.

En 1899 ya había penetrado la línea férrea a General Acha, entonces capital del territorio, mas de cien kilómetros pampa adentro, y esa línea la unía con la red argentina. En diciembre de 1905 había 516 km. de rieles y, siguiendo el incremento ferrovial, dos años más tarde el territorio tenía siete líneas que lo comunicaban con el Río de la Plata y el Océano Atlántico.

Con semejantes datos, prometedores de una realidad pujante, de cada vez mayor mercado consumidor, no extraña que ya entonces Toay tuviese dos estaciones que atendían a los respectivos trenes de las líneas Oeste y Pacífico no que la punta de rieles avanzase hacia Victorica a razón de 1.600 metros diarios.

"Pronto la importancia de la zona exigirá una línea intermedia de Telén a Santa Rosa", soñaban algunos pioneros de la zona oeste por entonces.

UBICACION DE LAS ESTACIONES

La ubicación de ciertas estaciones fue lo que les dio preponderancia, sin lugar a dudas, sobre otras que quedaron formando parte apenas del rosario de pueblos que creaba el ferrocarril. Algunos cruces de distintas vías férreas (caso Pico, Realicó y Catriló) donde pasaban el Oeste y el Pacífico, incidieron para el mayor desarrollo de algunos pueblos; a otros, como Metileo con su ramal a Arizona, les dio cierta actividad, lo mismo que a varios: Telén, Cereales, Luiggi, Winifreda, el hecho de ser punta de rieles. Pero, para otros pueblos meramente alineados junto a las vías, sin mayor importancia comercial o estratégica, el tren se constituyó en la conexión semanal con el resto del mundo, llevando y trayendo noticias, mercaderías, personas.

Las industrias extractivas tuvieron en La Pampa mucha incidencia en la actividad de algunas estaciones. Tal es el caso de Hidalgo, localidad que por su cercanía a la laguna de Salinas Grandes se convirtió en un punto obligado de remisión de la sal elaborada que se envía a distintos puntos del país. En su momento, en las primeras décadas del siglo, también Hucal fue un importante centro receptor. Por entonces se extraía mineral de cobre de las sierras de Lihué Calel y, sin refinar, era enviado en carros que seguían las picadas que terminaban en Pichi Mahuida y Hucal, desde donde, por ferrocarril, se lo enviaba a Bahía Blanca y de allí al extranjero por vía marítima.

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